Autor: Laura McKinney
Fecha De Creación: 9 Abril 2021
Fecha De Actualización: 16 Mayo 2024
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Autoengaño y evitación: ¿por qué hacemos lo que hacemos? - Psicología
Autoengaño y evitación: ¿por qué hacemos lo que hacemos? - Psicología

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A veces, el autoengaño puede ser una forma de proteger temporalmente su autoestima.

Mentir es una de nuestras capacidades superiores desarrolladas por la evolución. En cierto modo, nos ayuda a sobrevivir en determinadas situaciones.

Así, el autoengaño tiene dos funciones: en primer lugar, permite engañar a los demás de mejor manera (ya que nadie miente mejor que quien se miente a sí mismo), lo cual resulta especialmente útil en una época donde la capacidad de relacionarse con los demás. (inteligencia social) ha cobrado prioridad, utilizando en muchos casos la manipulación como herramienta fundamental (ver cualquier negocio). Eso no significa que la manipulación y la mentira sean dos conceptos similares, pero probablemente cuando firmas un contrato con una empresa nadie te dice "realmente solo queremos tu dinero".

Por otra parte, El autoengaño es una forma de preservar nuestra autoestima y está relacionado de alguna manera con la evitación.. Sí, el autoengaño es una forma de evitación. ¿Y qué evitamos?


El fundamento de la evitación

Evitamos las emociones negativas de la forma más creativa que se pueda imaginar. Por ejemplo, según el modelo de evitación del contraste, la preocupación, como núcleo del trastorno de ansiedad generalizada, cumpliría la función de evitar estar expuesto a la “depresión”, en el cambio de pasar de experimentar una emoción positiva a experimentar una emoción negativa (algo así como “ya que los problemas son una parte inevitable de la vida, si estoy preocupado cuando todo va bien, estoy preparado para cuando las cosas van mal). Es, en definitiva, una forma de represión emocional.

La preocupación también reduce la incomodidad de la presencia de un problema., ya que es un intento de resolverlo cognitivamente. Cuando me preocupo por un problema, siento que estoy haciendo "algo" para resolverlo, incluso si en realidad no lo resuelve, disminuyendo así mi incomodidad por no abordar el problema. La hipocondría, en cambio, es una forma de enmascarar un rasgo egocéntrico (el paciente está tan concentrado en sí mismo que cree que todo le pasa). En términos biológicos, esto significa que nuestro cerebro es vago.


El autoengaño es un parche que nos pone la evolución al no poder hacernos más inteligentes o más capaces de afrontar determinadas exigencias externas. O más bien, se debe a la incapacidad de la especie humana para evolucionar y cambiar a la misma velocidad que el mundo en el que vivimos.

Por ejemplo, el término disonancia cognitiva de Festinger se refiere a la incomodidad causada por ser incoherente entre nuestros valores y nuestras acciones. En este caso recurrimos al autoengaño para explicar nuestras acciones.

La racionalización es otra forma de autoengaño en la que damos una explicación aparentemente razonable de una acción pasada que no es o que no tiene una buena razón para hacerlo.

Su aplicación a la autoestima

Expliquemos esto: la autoestima o valoración que hacemos de nosotros mismos en función de cómo somos, qué hacemos y por qué lo hacemos, produce malestar si es negativo.

El malestar es una emoción adaptativa cuya función es repensar lo que está mal en nuestra vida para modificarlo. Sin embargo, nuestro cerebro, que es muy inteligente y resistente al cambio, dice “¿por qué vamos a cambiar pequeñas cosas en nuestra vida, enfrentarnos a la realidad que nos duele o asustarnos, correr riesgos como dejar el trabajo, hablar con cierta persona sobre un tema muy incómodo, etc, cuando en cambio podemos repensar esto y decirnos que estamos bien y así evitar el sufrimiento, evitar situaciones que nos hagan sentir más incómodos, evitar el miedo… ”.


Autoengaño y evitación son mecanismos para reducir el gasto energético que el cerebro debe utilizar para modificar conexiones, traducidas en comportamientos, actitudes y rasgos (cuyo sustrato neurobiológico pertenece a muchas conexiones equivalentes y muy estables en nuestro cerebro). En términos psicológicos, significa que nuestro comportamiento y nuestro procesamiento cognitivo tienen un estilo personal y difícilmente modificable para afrontar aspectos ambientales para los que no estamos preparados.

La mayoría de las heurísticas que usamos para pensar habitualmente provocan sesgos o errores y están destinadas a preservar nuestra autoestima. Se dice que las personas deprimidas tienden a ser más realistas ya que su procesamiento cognitivo no está orientado a mantener una autoevaluación positiva. De hecho, por esta razón la depresión es contagiosa: el habla de la persona deprimida es tan consistente que las personas que la rodean también pueden internalizarlo. Pero los pacientes con depresión tampoco escapan a otras formas de autoengaño, mucho menos evitación.


Como dijo Kahneman, los seres humanos tendemos a sobreestimar nuestra importancia y subestimar el papel de los eventos. La verdad es que la realidad es tan compleja que nunca sabremos del todo por qué hacemos lo que hacemos. Las razones en las que podemos creer, si no son producto del autoengaño y la evitación, son solo una pequeña parte de los diversos factores, funciones y causas que podemos percibir.

Por ejemplo, los trastornos de la personalidad son egosintónicos, es decir, los rasgos no provocan malestar en el paciente, por lo que considera que los problemas que tiene se deben a determinadas circunstancias de su vida y no a su personalidad. Aunque los factores para evaluar cualquier trastorno parecen muy explícitos en el DSM, muchos de ellos no son fáciles de percibir en una entrevista. Una persona con trastorno narcisista no es consciente de que todo lo que hace tiene como objetivo aumentar su ego, así como una persona paranoica no considera patológico su grado de vigilancia.

¿Qué hacer?

Muchos conceptos en psicología se pueden encasillar en el autoengaño o la evasión. Lo más común en cualquier consulta psicológica es que los pacientes realicen conductas de evitación sobre las que se engañan a sí mismos para no asumir que están evitando. Así el problema se perpetúa a través de un poderoso refuerzo negativo.


En consecuencia, es necesario definir nuestro yo ideal y evaluar esa definición de manera racional, averiguando qué cosas son controlables y modificables, y cuáles no. Sobre el primero es necesario proponer soluciones realistas. Respecto a estos últimos, es necesario aceptarlos y resignificar su importancia. Sin embargo, este análisis requiere dejar de lado la evitación y el autoengaño.

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